En el centro histórico de la actual ciudad de Mérida, se alza el Templo de Diana. Por ser en sí mismo tan impresionante, se considera que la intervención a realizar en su entorno no debe en ningún caso tratar de competir con el monumento. Por lo tanto, buscando el mínimo impacto y la máxima ligereza posible, se plantea recuperar todo el espacio libre de la plaza a una cota ligeramente superior que permite, por una parte, un nuevo punto de vista del Templo de Diana; y por otra, proteger a los turistas que quieran visitar las excavaciones arqueológicas. Este espacio protegido se emplea, además, como zona de exposición y dispone de una pequeña oficina de atención al visitante.